Oración a la virgen para pedir un milagro urgente. Cuando el corazón se siente cansado y la vida parece un peso difícil de sostener, la mirada se dirige al cielo en busca de auxilio. En esos momentos de dolor y angustia, la fe en la Virgen María se convierte en un refugio donde la esperanza vuelve a renacer.
Oración a la Virgen
Ella, Madre pura y llena de gracia, escucha con ternura a quienes la invocan con sinceridad, porque sabe comprender el sufrimiento humano y llevar nuestras súplicas ante su Hijo Jesucristo. La oración a la Virgen María es mucho más que palabras, es un acto de confianza absoluta, un ofrecimiento del alma y un reconocimiento de que solos no podemos con todo.
Cuando se eleva una súplica, no solo se pide por uno mismo, también se implora protección para quienes amamos, para que no sufran las mismas pruebas o dolores. Acudir a María es abrir el corazón a la bondad, al perdón y a la fortaleza espiritual.
Es pedir que interceda por nosotros y que nos libre de los males visibles e invisibles que intentan dañarnos. Esta oración es un recordatorio de que nunca estamos solos con fe, hasta lo imposible puede volverse esperanza.
Oración a la virgen para pedir un milagro urgente
Amada Virgen María, gloria de los justos,
hija de Dios Padre, Madre pura del Hijo,
aquí presente me inclino y te digo:
con amor sincero, a ti te amo.
Te ofrezco mi ser para que lo bendigas,
pues en lo único que confío es en ti.
Dulce Virgen María, hoy te invoco,
pidiendo tu ayuda llena de bondad y clemencia.
Madre admirable, gracia divina,
consuelo del que sufre, salvadora de pecadores,
tu presencia es luz y esperanza,
tu clemencia es alivio para el alma.
Divina presencia de Dios, ten piedad,
por tu inmaculado corazón intercede,
protege a quienes amo de todo dolor,
concédeles paz y libra sus vidas.
Haz que el Espíritu Santo edifique en nosotros
un muro sagrado contra todo mal:
envidia, maldad, hechicería o reproches,
todo lo que hiere, quede apartado.
Virgen del Milagro
Virgen María, alcánzame lo que imploro,
si es gloria de la Trinidad y bien del alma;
por los méritos de Jesús y los tuyos,
atiende mi fervorosa súplica.
Hoy acudo a ti, poderosa intercesora,
por milagros que nacen de la necesidad,
por problemas que me desesperan y hieren,
y que mis fuerzas no logran vencer.
Mi amada Virgen María, Madre de Jesús,
en tus manos está lo imposible para mí.
Concede alivio a mis dificultades y penas,
trae la paz que tanto anhelo.
Dulcísima Virgen Santa, reina de los ángeles,
esposa del Espíritu Santo, acuérdate de mí.
Tú que nos acercas al Altísimo y a tu Hijo,
te imploro con fe tu auxilio urgente.
Dulce María, líbrame de mis enemigos,
de los males temporales que me acechan.
Santa Señora, Madre piadosa,
ruega a tu Hijo por nosotros.
Amén.
reza un padrenuestro y una gloria.
Esta oración se la hace por 7 días seguidos en la noche y en la mañana.
¿Quién es la Virgen María?
Es la mujer que escogió Dios, para ser la Madre de nuestro salvador Jesucristo y Madre nuestra. Dios pensó en la mujer más buena y hermosa que jamás haya existido: MARÍA. Esta oración se la puede hacer en toda ocasión que necesite paz.
Inicie con mucha reverencia, cierre los ojos y en voz baja recite. Ahora si lo puede hacer de memoria, puede hacerlo mentalmente, que sería mejor puesto que su inconsciente actúa en su beneficio y paz.
La fe a la Virgen María nace de su papel único dentro de la historia de la salvación y de la cercanía que el pueblo creyente ha sentido hacia ella desde los primeros siglos del cristianismo. María no es vista solo como la Madre de Jesús, sino como madre espiritual de todos los que siguen a su Hijo.
En las Sagradas Escrituras aparece como la mujer humilde que aceptó el plan de Dios con un “sí” incondicional, convirtiéndose en ejemplo de obediencia, confianza y entrega total a la voluntad divina.
Con el tiempo, los creyentes comenzaron a acudir a ella como intercesora. Convencidos de que su amor maternal no se limita a su Hijo, sino que se extiende a toda la humanidad. La Iglesia la ha reconocido como “Madre de la Iglesia” y “Reina de los cielos”, lo que fortaleció la devoción popular.
En conclusión
La fe mariana también se alimenta de las innumerables manifestaciones de piedad: rezos, rosarios, procesiones y testimonios de favores atribuidos a su intercesión. En el corazón del creyente, María representa cercanía, ternura y protección. La fe hacia ella nace de reconocer en su vida un camino seguro hacia Cristo y de confiar en que su intercesión jamás abandona a quien la invoca con sinceridad.
