Oración a San Ignacio de Loyola para alejar malas personas

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Oración a San Ignacio de Loyola. Más que un creyente apasionado de la iglesia católica, fue un noble militar de España. Siendo una de las personas más influyentes para el siglo XVI, además fue fundador de la Compañía de Jesús en el año 1534.

Oración a San Ignacio de Loyola para alejar malas personas

Oración a San Ignacio de Loyola

Oración a San Ignacio de Loyola amado protector, alma de Cristo santifícame. Cuerpo de Cristo, chao sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame.

San Ignacio de Loyola con la Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme.

San Ignacio de Loyola tú que siempre estuviste alabando al señor Dios todo poderoso, has que el buen Dios acuda a mí en la hora de mi muerte, para que me llame. me lleve ante él para que con tus santos lo alabe. Por los siglos de los siglos.

Amén.

San Ignacio de Loyola y el camino de la fe

San Ignacio de Loyola, es uno de los más celebrados en el día de todos los santos. Fue canonizado en 1622, también muy venerado por la iglesia Anglicana. Entre el santoral México, San Ignacio es conocido como el maestro de los discernimientos de espíritus. Considerado como el patrono de los ejercicios espirituales, de los soldados y de los retiros.

San Ignacio de Loyola, antes de convertirse en un referente espiritual, fue un militar apasionado por la gloria, el honor y la vida mundana. Nació en 1491 en una familia noble del País Vasco, y desde joven se formó para la vida de armas.

Su pensamiento estaba centrado en el prestigio personal, las batallas y el reconocimiento social. No tenía interés profundo en la fe más allá de las prácticas comunes de su tiempo. Todo cambió por un hecho concreto: una herida en combate.

Durante la defensa de Pamplona en 1521, una bala de cañón destrozó su pierna. Incapaz de moverse y obligado a una larga recuperación, pidió libros de caballería para entretenerse, pero solo había dos disponibles, una vida de Cristo y vidas de santos.

Los Santos de apoyo

Sin otra opción, comenzó a leer. Ahí se dio cuenta de algo que marcaría su destino: los héroes de la fe entregaban su vida no por gloria humana, sino por una causa eterna. Ese contraste lo impactó. Mientras leía sobre santos como Francisco de Asís o Domingo de Guzmán, Ignacio notó que su corazón se agitaba de una forma distinta.

Las ideas de conquista militar le daban emoción pasajera, pero pensar en servir a Cristo le dejaba una paz profunda. Ahí comprendió que existía otro tipo de batalla: la batalla interior, la lucha espiritual por transformar la propia vida.

Esa experiencia lo llevó a una decisión radical: cambiar la espada material por una espada espiritual. Dejó su vida militar, realizó un retiro en Manresa, donde comenzó a desarrollar los famosos Ejercicios espirituales, y se consagró a Cristo con disciplina de soldado, pero con el corazón transformado. Así nació su camino en la fe: no desde la religión tradicional, sino desde un impacto real en su interior frente a la verdad de Cristo.

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